Literatura Del Romanticismo

La literatura del Romanticismo fue un movimiento literario que se inició a fines del siglo XVIII (ca. 1770) en Alemania, que se dispersó y cultivó por toda Europa hasta fines del siglo XIX y que continúa ejerciendo su influencia hasta la actualidad. Este movimiento se opuso al expansivo capitalismo industrial y al racionalismo ilustrado. Entre sus características principales se encuentran la constante presencia de temas preindustriales como la naturaleza, los mitos grecolatinos y medievales. También se caracterizaba por la búsqueda constante de la originalidad como una forma de contraponerse a la profesionalización del artista y de la conversión de la obra de arte en una mercancía, dado que los escritores profesionales se servían de técnicas de escrituras genéricas, efectivas en el mercado. También se caracterizaba por concebir al artista como un intermediario entre lo trascendental y lo inmanente; el artista sólo escribía por la inspiración, también como una forma de oponerse al profesionalismo en la escritura.


El Romanticismo alemán no fue un movimiento unitario. Por ello se habla en las historias literarias de varias fases del Romanticismo. Una etapa fundamental fueron los años noventa del siglo XVIII (Primer Romanticismo), pero las últimas manifestaciones alcanzan hasta la mitad del siglo XIX.
Una gran importancia en su nacimiento tuvieron dos movimientos, uno espiritual, el Pietismo, que se desarrolló mucho en Alemania durante la segunda mitad del siglo XVIII y el primer tercio del XIX y procuraba renovar la religión protestante volviendo a la religiosidad individual e íntima frente a los aspectos más formalistas y teológicos del culto, para hacer la religión cada vez más un asunto del corazón y de la vida y no sólo de la inteligencia, y otro de orden estético y anticlásico, el Sturm und Drang.

EJEMPLO


UN CASTELLANO LEAL- Duque de Rivas (Fragmento)
"Soy, señor, vuestro vasallo,
vos sois mi rey en la tierra;
a vos ordenar os cumple
de mi vida y de mi hacienda.
Vuestro soy, vuestra mi casa,
de mí disponed y de ella,
pero no toquéis mi honra,
y respetad mi conciencia.
Mi casa Borbón ocupe
puesto que es voluntad vuestra;
contamine sus paredes,
sus blasones envilezca,
que a mí me sobra en Toledo
donde vivir, sin que tenga
que rozarme con traidores
cuyo solo aliento infesta.
Y en cuanto él deje mi casa,
antes de tornar yo a ella,
purificaré con fuego
sus paredes y sus puertas."
Muy pocos días el duque
hizo mansión en Toledo
del noble conde ocupado
los honrados aposentos.
Y la noche en que el palacio
dejó vacío, partiendo
con su séquito y sus pajes orgulloso y satisfecho,
turbó la apacible luna
un vapor blanco y espeso
que de las altas techumbres
se iba elevando y creciendo.
Resonaron las campanas,
conmovióse todo el pueblo,
de Benavente, el palacio,
presa de las llamas viendo.
Aún hoy, unos viejos muros,
del humo y las llamas negros,
recuerdan acción tan grande
en la famosa Toledo.

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